6 de febrero de 2007

TOK: La razón y la imaginación en la vida del hombre - por dónde?!

Engordo el blog con un trabajillo hecho para el curso de Teoría del Conocimiento. El tema es medio elevado pero con algo se tiene que empezar a subir el nivel, no? Mucha tele estás viendo, hijita. No, aún no sé cómo usar pies de página en Blogger =P
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He observado que es opinión de muchas personas que la imaginación es cosa de niños, locos, inventores de máquinas raras o mentores de cuentos empalagosos. No se habla mucho de la imaginación. Es vista como infantiloide, de bebe, propia de personas inmaduras que tal vez están encerradas en su propia niñez ya transcurrida. Se le ve casi inútil, como si la persona humana, alcanzada ya una cierta edad, la deseche como quien deja de usar pañales o de jugar con carritos y muñecas. En contraste, es corriente ver cómo se impone la grandiosa razón, planteada como propiedad privada de personas inteligentes, independientes y autónomas, casi exitosas; es decir, los adultos. Desgraciadamente, ésta clase de opiniones es lo que hace dejar mal a la imaginación y triunfante a la razón. Lamento tener que comunicar a las personas que piensan de ésta manera que la razón no es propia de nadie; no toca la puerta de tu casa la mañana de tu cumpleaños número dieciocho, no está incluido en el pequeño paquetito de folletos que mandan las universidades al flamante ingresado, ni menos en el primer cajón de tu escritorio en tu primer trabajo. Asimismo, la imaginación no está mal ubicada si está en manos de un caballero que pasa los cuarenta años. La imaginación y la razón forman parte de nuestra vida cotidiana y no podemos mutilar sus funciones con vanas falacias. Cuando hay apagón y no tenemos a la mano alguna lámpara de querosene para ayudarse, ¿no vamos acaso tanteando los muebles al caminar? Al llegar a un escritorio y palpar el borde y las manijas de los cajones, ¿no nos pasa por la cabeza las posibles cosas que puede ser lo que estamos tocando? ¿Acaso no se aparece la imaginación, asistida por la memoria, haciendo un recuento de todas las cosas tangibles que tienen ese parecido, intercalando tal vez alguna memoria pasada? Entonces, ¿no está acaso la imaginación trabajando de la mano del conocimiento? ¿No le ayuda la razón para discernir entre las alternativas que plantea la imaginación para dar con la más cercana a la correcta? La imaginación no hace cambio de posta con la razón a una determinada edad. La imaginación (puesta bajo control, ya que suelta es un asalto a mano armada) asiste a la razón y son recíprocamente necesarias. Socorridas por el conocimiento ya existente, son un gran instrumento para conocer. Cumplen funciones desde el área de las artes hasta las del comportamiento humano a través de la misma ética y moral. Buscaré fijar en estas líneas algunos rasgos y funciones para dejar a grosso modo la importancia de la imaginación y del trabajo conjunto con la razón.

Para hacernos una idea, empecemos desde el principio de todo. La imaginación “es una función que tiene como objeto el fantasma, o imagen sensible. Consiste en re-presentarse un objeto conocido primeramente por los sentidos externos, dando lugar a la imagen o fantasma (…) La imagen no es la presentación, si no la re-presentación de la realidad, en ausencia de ésta”[1]. Se muestra claramente cómo la imaginación no es el derroche de ideas ridículas dichas por un niño que ve demasiada televisión.

Hay quienes dicen que en la cabeza se retiene sólo lo malo y desagradable. Pero lo que no es discutible es que la imaginación cumple un papel fundamental en nuestras vidas, tan importante que contrasta lo desgraciadamente sencillo que puede ser perturbarla o deformarla: “Nuestra imaginación y nuestros sueños no sólo se nutren de lo que nos ha sucedido en la vida real, sino que se alimentan en buena medida de lo que hemos visto en las películas. A menudo, la representación del mundo y de los acontecimientos que ofrecen los mass-media impregna la conciencia más fuertemente que la propia experiencia de la realidad.”[2]. La imaginación, entonces, se define también como un almacén de experiencias vistas o vividas. Dicho almacén, como hemos mencionado antes, es frecuentado muchas veces durante el día. Un pequeño problema puede ser el no regular qué introducimos en dicho almacén. Yo puedo cuidar qué retirar de mi almacén, como también podría cuidar qué se incorpora en él. Ambas son tareas difíciles pero necesarias si es que se quiere sacar un buen uso de la imaginación. Ésta puede trabajar al 100% pero tal vez el uso desmesurado de ésta (tanto retirar como incorporar) puede alterar otras funciones (léase: distracciones vanas, disparatadas y alarmantemente frecuentes). De esta idea se desglosa el hecho de que la razón coopera en este discernir qué retiro y qué no incorporo: es el encargado de ‘pasar la página’.

La razón “es la operación de la inteligencia que se realiza teniendo como base a los juicios, los cuales conforman las premisas. Por medio del razonamiento se ponen en relación los juicios”[3]. La razón, por esa interrelación de juicios, está presente en todas y cada una de las áreas del conocimiento que el hombre pueda llevar a cabo. La razón es una de las características más importantes de la inteligencia humana, haciéndola única entre las demás creaciones e irrepetible entre los de su misma especie. Pero, al igual que toda función humana, la razón no puede estar sin asistencia de otra facultad que le complemente el camino para llegar a la razón de ser. “Movido por el deseo de descubrir la verdad última sobre la existencia, el hombre trata de adquirir los conocimientos universales que le permiten comprenderse mejor y progresar en la realización de sí mismo. Los conocimientos fundamentales derivan del asombro suscitado en él por la contemplación de la creación: el ser humano se sorprende al descubrirse inmerso en el mundo, en relación con sus semejantes con los cuales comparte el destino. De aquí arranca el camino que lo llevará al descubrimiento de horizontes de conocimientos siempre nuevos"[4]. La persona humana, creada para conocer la Verdad que es Dios, no puede prescindir de las verdades universales que le influyen y que pueden ser vislumbradas a media luz por la razón. “La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”[5]. La razón sola puede intuir un esbozo de la realidad sobrenatural. Es ahí donde viene socorrida por la fe.

Siendo entonces la razón base no sólo de la ciencia sino hasta de cualquier simple trabajo manual[6], ésta es, entonces, pieza medular del estandarte de donde penden las áreas del conocimiento que maneja el hombre. El pensamiento racional es imprescindible, pero no puede andar solo pues aquello sería cometer un error de autosuficiencia. El resultado de aquel “pienso, luego existo” habla por sí solo. De la mano de muchas otras funciones y virtudes, forja al hombre a ser mejor persona y a vivir en concordia con la dignidad que se la ha sido concedida. Qué bien, pero, a la razón ¿quién la controla? La fuerza de voluntad. La voluntad está atrás de todo, tras bambalinas. Es la que hace que todo avance y que no se quede en la mera buena intención.

Una imaginación sin razón de por medio es un balazo al aire. Una imaginación a rienda suelta trae un sinfín de problemas para la persona, desde un pobre desempeño intelectual hasta la propia vida moral. Por otro lado, una razón sin imaginación es algo un poco aburrido. Hasta en el campo técnico-industrial se trasluce cómo la creatividad y al funcionalidad al diseñar y crear un producto logran una unión perfecta, reflejo de las capacidades del hombre.

Creo haber dejado claro ya el porqué la importancia de la imaginación y su destacado trabajo conjunto con la razón y las demás funciones humanas. La imaginación, presente en todo momento, es un arma de doble filo; una función fundamental para el desarrollo de las facultades humanas. Socorrida por la razón, la imaginación deja de ser juego de niños. Es pieza clave en el desempeño de muchas actividades humanas. Por ende, se le debe de dar la importancia que merece y educarla, en vez de verla como una ridiculez o usarla como vago entretenimiento; Ese respetar y educar comprende dejar de considerarla como propiedad exclusiva de los niños. Comprende la madurez de tomar la decisión de conocerse y, por ende, darle a la imaginación -y, de paso, a la razón- el sitio que le corresponde y que se merece. Comprende ser conciente del arma de doble filo que es. Comprende hacer conciencia y someterla bajo el control de la voluntad que todos tenemos. Igualmente con la razón. Se debe desmitificar un poco a la oh grandiosa razón. Sin bajarla más allá de su naturaleza, se debe buscar desinflar la imagen que tiene y poner su participación en el lugar correspondiente: la razón del hombre no es suficiente para explicar muchas de las realidades que nos rodean; por ende, el hombre debe moderar su uso cuando se roza el límite de la razón y se empieza a lucir la fe. Es un ‘hasta aquí nomás’ al que nosotros soberbios de vez en cuando pensamos evadir, tal vez inconcientes de que hacer caminar a la razón en la oscuridad puede causarnos tropiezos - o provocarlos en muchas otras personas.

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[1] G. CASTILLO CÓRDOVA, Apuntes de Antropología Filosófica. UDEP 1996
[2] CAPELLANIA INFORMA, Pornografía y erotismo. Piura, diciembre de 2003. (Jaime Nubiola, UNAV)
[3] G. CASTILLO CÓRDOVA, o. c.
[4] JUAN PABLO II, Fides et Ratio, n. 4.
[5] ÍDEM, o. c., Introducción.
[6] Cfr. M. CERVANTES SAAVEDRA, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, capítulos XXXVII y XXXVIII

5 de febrero de 2007

¿Quieres una Palm y no tienes plata?

O tienes miedo de que te la roben o te la arranchen? o que la tengas y no la uses? o no tienes ningún tío o primo que viva en los Estados Hundidos? o no sabes dónde comprarla, porque te han chismoseado que las que venden en Polvos Azules les cambian las piezas originales por unas media cherches de modo que, cuando se te malogre el aparato y lo lleves a arreglar al stan donde lo compraste, puedan venderte la original como repuesto?

Aunque este es un blog principalmente dedicado a la literatura y tecleteos en general, he decidido escribir de este pequeño descubrimiento. Además de que lo veo útil, lo que más me gusta es que es DIY (Do It Yourself) y que es de papel. Me aloca todo lo que es útiles escolares y de oficina (así es, en el Minerva de Larco me vuelvo bizca por no saber a dónde mirar y sí, Febrero y su slogan de 'de vuelta al cole' es la mejor campaña de ventas de todo el año - aunque ya haya acabado y el colegio, aún recorro las góndolas llenecitas de cuadernos en Wong, feliz de la vida) y presenta una buena oportunidad para prescindir del teclado (!) y escribir, y lo mejor (básico para mi): el orden, el poder organizarse.

En mi búsqueda por la Palm, encontré una alternativa eficaz y barata (yo soy devota del puño, comprenderán). Resulta que Getting Things Done (David Allen, Getting Things Done: The Art of Stress-Free Productivity. Penguin Books, 2001), uno de esos libros gringos de autoayuda que sólo pasan de moda cuando sale uno nuevo, plantea algo así (disculpen la falta de profesionalidad) como que organiza tu día para que no se te escape NADA de lo que se te ocurre o debes hacer. Entonces dice que te hagas una lista de cosas para hacer hoy, o para hacer algún día, o antes del fin de mes... el asunto es mucho más simple, pero inspirador para algunos lectores de este libro (que a mi propio criterio pone escrito algo que era tipo ley natural, o sea, que lo tienes en la cabeza pero nunca le has concretado una forma; un to do list, digo, todo el mundo va a Wong con una lista, no? salvo que sólo tengas que comprar pan y coca cola). Uno de estos inspirados fue Merlin Mann, creador de la Hipster PDA. Con qué se come eso?

Este señor, ávido lector de GTD, se hartó de usar su Palm (comúnmente, Palm es a PDA como Quaker es a avena; Kolynos a pasta de dientes -no sé dónde, yo no, al menos-; Gilette a hoja de afietar; Corn Flakes a hojuelas de maíz...) y se compró en amazon.com un fajo de hojas chicas de colores, un clip negro modelo mariposa y un lapicero. En resumen, materializó la tesis de GTD.

Por suspuesto que la idea de Mann, difundida en su web 43folders, nombrada así por una de las ideas plasmadas en el libro de Allen, tuvo seguidores. Mann planteaba hojas en blanco, pues la idea era sencillísima. Bueno, algunas personas pulieron su idea y crearon templates, patrones, para imprimir y usar. Destaca DIYplanner con templates bien útiles y variadísimos; desde hojas rayadas para tu listita de Wong, un calendario mensual, hasta hojas de telefono y lluvia de ideas. El mejor me parece uno para llevar tus gastos. DIYplanner da formato A4, A5 y formato 'Hipster'. Yo uso -y sugiero, por tamaño- formato A6, que no está en DIYplanner pero si sabes usar google, encuentras todo.

Yo me uní al plan y tengo el mío. No soy de las afanadas que se compraron un fajo de octavillas (tengo que aceptar que me compré un juego de clips negros) o que se imprimieron las 96 páginas de templates (escogí cuáles me serían útiles, naturalmente). Pero acepto que lo uso. Y creo que más que la agenda permanente Norma que me vi obligada a comprar ayer lunes en Crisol.

Redondeo mis sugerencias: hojas A6, templates escogidos, clip mariposa chico, un lapicero pequeño que tenga 'oreja' (así como para engancharlo al bolsillo). procura que no tenga tapa. Hay otros aventados que hasta le hicieron estuche. No sé, ya tu creatividad dará vueltas. Procura no sentarte encima de él. Feliz orden!

4 de febrero de 2007

Hamlet es usado aquí como conejillo de indias

No me maten, markhamians.

Bien. A nadie le gusta ver un blog vacío así que me veo en la obligación de copypastear un trabajo escolar, para ver cómo se ve lleno el blog <.<;; bueno, al menos no lo perderé en la mudanza. Pego el ensayo que hice de Hamlet en 5to de media, 2006 (qué vieja!). Pronto pegaré el de TOK. Digo, para que el blog aparente contundencia.
EDIT: ok, este ensayo quedó segundo puesto en categoría 5to de media en juegos florales de ADECOPA 2006. Gracias, joven, por hacerme ver ese detalle.

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Acerca de Hamlet y su locura precisa

Cuando yo rondaba las últimas páginas de Hamlet, sospechaba que muchas de las personas que hayan leído la obra y que en ese momento no hayan poseído mucha capacidad de abstracción se quedaron dudando de la cordura del príncipe Hamlet. Tengo que admitir que a mí me pasó igual: me ví en la obligación de investigar unas cuantas fuentes para salir de la duda y ahora, confiando en lo que he leído, me atrevo a afirmar que Hamlet no estaba loco, sino que se hacia el loco intencionalmente. Hamlet se muestra irracional durante casi toda la obra. Bajo cualquier punto de vista, esto era fundamental tanto para el discurrir de la trama de la obra de Shakespeare como también para disfrutarla.

La locura del príncipe empieza a notarse ya desde los inicios de la obra, cuando una nerviosa y confundida Ofelia corre y narra a su padre Polonio el pequeño incidente que acababa de tener con un Hamlet fuera de sí. Ambos, aunque no sabían que Hamlet había visto al presunto fantasma de su padre revelando funestos detalles de su muerte y pidiendo venganza, se unen a las sospechas inmediatas del lector: la muerte de su padre debe de ser la causa de su extraño comportamiento. Este extraño comportamiento era intencional: Hamlet se empieza a mostrar orate a propósito con todas las personas con las que se cruza, comenzando a confundir y hasta a preocupar a las personas que le rodeaban. Ésta es la forma que él idea rápidamente para protegerse de los demás: Hamlet, luego de la conversación sostenida con el espectro de su padre, forja una especie de caparazón que le servía para hacerse pasar por indefenso y hacerles pensar a los reyes que él no sospechaba ni un ápice de la verdad acerca del asesinato de Hamlet padre; al mismo tiempo, refugiado en este escudo, maquina cómo cumplir el encargo recibido y llevar acabo la ansiada venganza; y esto así aunque Hamlet haya dudado si en verdad ese espectro se trataba de su padre. Los reyes al inicio pensaban que la locura se debía a un amor no correspondido por Ofelia - estaban lejos de dar con la verdad de los hechos. Completamente despistados. A primera vista, el lector promedio no cae en esta conclusión.

Un detalle que sostiene la idea de la locura intencional del príncipe es que éste sólo se muestra en sano juicio cuando desarrolla soliloquios o conversa con Horacio, fiel compañero suyo, casi cómplice en la búsqueda de la venganza de su padre. Luego, Hamlet se comporta casi como un niño ante los demás: bromea con la avanzada edad de Polonio, declama incoherencias y realiza cosas sin sentido. Si durante los monólogos Hamlet se hubiera mostrado poco racional, sí habría entonces razones fuertes para cuestionar la cordura del príncipe. Los monólogos reflejan el verdadero estado de Hamlet: refleja lo que verdaderamente carga dentro de sí: sus dudas, indecisiones y preocupaciones, que luego las comparte con Horacio. Las conversaciones con Ofelia, las actitudes frente a los reyes, ante Rosencrantz y Guildenstern, no son de un príncipe de treinta años, sino de un niño que busca entretenerse un rato.

Pero son los espectadores en sus butacas y los lectores con el libro entre sus manos los que se entretienen con los arrebatos de locura hamletiana que aderezan el amargo drama que transcurre ante sus ojos, rompiendo la línea trágica de la obra y brindando respiros a la trama. La cruda escena de un Hamlet haciendo ver a su madre los fatales errores que había cometido, escena entramada con la aparición del fantasma de Hamlet padre, es desconcertantemente contrastada por el súbito asesinato de Polonio. Luego de accidentalmente matar al colaborador más cercano de su tío, Hamlet se lleva el cadáver de Polonio, arrastrándolo por el suelo como una niña que arrastra alguna de sus muñecas por el suelo. ¿Y dónde quedó el cadáver? Hamlet responde: “En el cielo. Mandad que le busquen. Si allí no le encuentra el mensajero, buscadle vos mismo en el otro sitio. Si no le encontráis de aquí a un mes, os llegará el olor al subir a la galería (…) Os estará esperando”. Cara al público, estos rasgos de locura suavizan, contrastan, confunden y a la vez añaden una ligera veta de humor de desconcierto en algunos momentos fuertes de la obra. Luego de la escenificación de “La Ratonera”, momento álgido del peso de conciencia del rey Claudio, Hamlet se muestra juguetón con Guildenstern, quien busca sonsacar el porqué de la locura de su supuesto amigo. Hamlet dialoga de manera infantil con Guildenstern hasta que, impaciente, el príncipe deja ver un poco de su real cordura al comparase con una flauta: “Vaya, mira en qué poco me tienes. Quieres hacerme sonar, parece que conoces mis registros, quieres arrancarme el corazón de mi secreto, quieres tantearme en toda la extensión de mi voz (…) ¡Voto a...! ¿Crees que yo soy más fácil de tocar que esta flauta? Ponedme el nombre de cualquier instrumento; aunque me destempléis, no soltaré nota.”.

Este Hamlet loco refleja muchos de los aspectos de su gran personalidad. A primera vista, se le ve una persona muy culta, muy leída, amante de las letras y, sobre todo, del drama teatral; en sus monólogos y conversaciones se ven muchas citas fluidas a los clásicos. A la vez, tiene una desbordante creatividad: es incomparablemente ocurrente, de una inteligencia muy aguda. De la mano de su cultura de letras, Hamlet combina su ingenio y lo aplica a ese juego locura-cordura, miembro fundamental para proceder con la venganza encargada por su padre. Junto con todo esto, resalta el ingenio que mostró al idear la máscara de locura para protegerse y esconderse. Perfecta mezcla de cultura-creatividad-ingenio, que son la sal y la pimienta del amargo drama de Shakespeare.

Con su estrategia locura-cordura, Hamlet, al usar este juego de sinrazones, logró el objetivo que buscaba: desconcertó a todos - tanto personajes como lectores y espectadores. Consiguió despistar a los reyes con su locura, haciéndoles caer en el preocuparse por su salud mental en vez de indagar cuánto sabía el príncipe acerca de la muerte del rey Hamlet; llega a averiguar y desgranar la verdad acerca del asesinato de su padre sin que otros se den cuenta; descubre, escondido tras su caparazón, qué tan fieles le eran Rosencrantz y Guildenstern. Se mostró ante la corte de Dinamarca como un loco indefenso, casi infantiloide. Pudo con este refugio durante todo el transcurrir de la obra, sin importarle que a la mitad de la obra el rey Claudio ya comenzara a preocuparse por qué tanto sabía su sobrino acerca del envenenamiento del monarca. Todo esto mantuvo al lector y al espectador cerca de la obra; la presencia de la locura del príncipe es crucial para su interés en ella; las vetas de humor, elementales - marcan la diferencia si se comparan contra una tragedia griega; son la prueba de la incomparable genialidad y originalidad de Shakespeare, quien se volcó tanto en el personaje del príncipe Hamlet que se podría afirmar que éste y Shakespeare son dos caras de una misma moneda. La aparente locura del príncipe fue precisa ante todos los puntos de vista, tanto de situación como de calidad literaria. La locura tenía, por ambos lados, una finalidad: vengar al rey y lograr una trama que atrape al lector. Lo consiguieron.

primer post

aun no he decidido de qué va a tratar el blog, pero como se me ocurrió el nombre, ya lo hice antes de que alguien se lo robe <.<;